Deshielo, ciclo continuo del estado de la materia – 2016

It’s nature’s way of telling you something’s wrong

It’s nature’s way of telling you in a song

It’s nature’s way of receiving you

It’s nature’s way of retrieving you

It’s nature’s way of telling you

Something’s wrong

(Randy California / Spirit)

La vista y la propulsión de reflejos desde Alejandro Fournier al mundo, se fuga y concurre de todos los lados de lo supuestamente controlado, y de lo que va dejando de ser eso. Se transforma en piel de quimera. Es de petróleo pero también de alguna sustancia dulce e insípida. Transparente y adusta, consabida, paradójica y tristemente risueña. Si a la vez, como pizza fría al en la madrugada. Melodrama de esteticismo que dispara sensaciones de displicencia y halago. De aislamiento y afán cuando llega la nostalgia y el embeleso. Como iceberg en paisaje veraniego, para enseguida plantarse reverberación del eventual diseño perfecto en nuestras vidas y, desafortunadamente, el signo del discordante imprescindible en nuestros procesos de resignación.

Qué suculentamente hipotético entonces construir si partimos de una rúbrica de dualismo del control como la de Fournier. Que cinematográfico. O no. Pero es como un tiro fijo. A partir de ahí tasación, efectos y ese eco. El eco de percepciones sobre la naturaleza, que han sido denominados ‘mitos de la naturaleza’ por John Adams: el primer mito se llama ‘naturaleza benigna’; significa que la naturaleza es un sistema robusto que responde bien a los desordenes causados por el hombre siempre volviendo de nuevo a su estado natural.El segundo mito llamado ‘naturaleza efímera’, donde la naturaleza es frágil y no responde bien a las desordenes causados por el hombre. (Cuando se provocan estos desordenes, la naturaleza no volverá de nuevo a su estado natural). El tercer mito se denomina ‘naturaleza perversa / tolerante’, básicamente que el medio ambiente puede tolerar desordenes hasta cierto punto. El cuarto mito se denomina ‘naturaleza caprichosa’. Esto significa básicamente que la naturaleza es arbitraria e impredecible, y nunca sabremos exactamente como responderá a operaciones para su control.

Indudablemente provocado por los humanos, que hasta el día de hoy han administrado con insuficiencia su fuerza tecnológica y su inteligencia para ser capaces de detener el drama que vive nuestra tierra caldeada, no muy diferente lo que sucede con las políticas públicas que controlan nuestra solvencia urbana, y en efecto, el otro deshielo: el de la existencia elemental de quienes vivimos en el neoliberalismo como condición global.

El deshielo que ausculta Alejandro Fournier con ésta nueva exhibición de las unidades (como vemos con irrefutable destreza, lo mismo la fotografía, la escultura o la acción performática) de su variada y pulida obra, no es solo el resultado de una percepción de las manifestaciones tangibles de ese fenómeno natural que nos tiene en un hilo con su endiosada intriga. Esta, en eléctrica sincronía, es otra confabulación por donde varias tangentes relacionadas con el concepto exorbitante del control también van cediendo a alguna disgregación, a cierto llagado, a refracciones distorsionantes, o a reordenamientos urgentes de átomos en sistemas desgastados por la esterilidad del diseño redentor, por la postergación tecnológica acatada a intereses obtusos, por el desbordamiento urbano, por la corrupción o simplemente por el despotismo ya tan habitual. Pero igual por una miopía generalizada, la melancolía cósmica, y nuestro grandilocuente narcisismo.

                                                                       Guillermo Santamarina.